9.14.2012

Chibolos graffiteros

El graffiti amoroso puede ser beligerante y te queda hermosísimo. Piénsalo. 
Si no estuviera con el pie en modo tortuga, esta sería una buena noche para salir a graffitear algo con visos románticos que no hablen de amor. Nada que diga  te amo o te extraño. Una burla del iphone, una centella de la memoria, demonios, no tengo la idea completa.

El frío perdió su toque asesino: es septiembre. Con p, se oye mejor. ¿O no están de acuerdo?. Con p, septiembre, como recordando que el año se va en cascada y el terror es el fin de mes. Un terror pequeño. Nada parecido a comerse un takufugu en primavera, lejos de Japón. Un takufugu preparado por un cheff novato. 

Tengo una idea: graffitear algo con el sentido de lo que es comer un takufugu, el pez que te mata si no lo limpias exhaustivamente.  El sentido de lo temerario. Ese guiaría a mi graffiti amoroso misterioso agresivo.
¿A ustedes que les gustaría graffitear?. No me digan que les parece un atentado contra la limpieza de la ciudad.  La ciudad necesita graffitis y hay que encontrar dónde, en qué ángulo. Un graffiti que se lleve toda la pared es lo que mucho se ve y al fin ni se lee porque las personas desde las ventanillas del bus, ni miran las calles. Se la pasan pensando en sus vidas. Nos la pasamos en eso, ¿no?, o maquinando qué hacer, o despistados hasta el colmo. El graffiti tiene que ser algo breve y fuerte. Un sello que no acapare el espacio con el color que más te guste. Con letra entendible y sin grosería que se lleve su fuerza, porque al revés de lo que sucede cuando se habla, el graffiti soez pierde intensidad al ser leído. La calle le da otro sentido a la grosería en una pared.

Harry en twitter, con su replie sobre paredes me hizo escribir este  veloz post y no lo sabe. Si leyera este post, espero que no enmudezca. Los cero comments tendrían su altibajo. Un buen espinazo.

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