6.22.2013

Desde el patio de recreo

Era una situacionista elemental a los diez años. Después los acontecimientos se llevaron esa incipiente aventura. El cine me la devolvió.

6.09.2013

Nicks

Estaba en el zapping twitter, cuando leí que decían que me quejo porque me unfollowean.  Claramente se burlaban de mis supuestas quejas. Bum, envié replies. La burla estaba divertida, sólo que no era por algo cierto. Lo que he comprobado en twitter es que no importa cómo escribes, es decir, no importa en primer lugar. Lo que importa más es cómo te relacionas, cómo te muestras (lo que incluye fotos, saludos, arrobas).  Lo que escribes aparte del recorrido social, se valora no como algo determinante.  Debo decir que caer mal en twitter o caer bien, es una gran subjetividad. A menos que te envien replies en la línea troll sin un soporte sólido. Me refiero a polémicas políticas, donde lo que se oye como troll es un insulto,  un desprecio magnificado, una conjunción de bravatas. Todo eso puede ser entendido, porque políticamente hay muchos recursos para expresar indignación o deslindar.  Hay francotiradores y francotiradores. Unos son tan malos que con un replie, se autoeliminan. Otros son extremadamente sarcásticos, fabulosos y tienen a su favor, muchas veces, que agitan motivos que movilizan a mucha gente, en el descontento, en la identificación y esas intervenciones representan lo que muchos quisieran expresar y cuando lo leen, nada más natural que aplaudirlo.  

Me acuerdo que mis primeros posts sobre Twitter tenían una mirada filo-idealizadora. De todos modos, básicamente la multizona Twitter con sus máquinas en acción, es un tránsito que no se abandona como si no valiera la pena. Esas neurosis acumuladas en el timeline, guardadas en favs y Rt's, permanece. Algunos creen que los tuits son olvidables cien por ciento. Aparentemente lo fugaz se olvida. ¿Y el super-ello?, ese planteamiento freudiano válido, ¿eh?. Los tuits son como un sedimento, un attachment escondido, unos archivos en la memoria personal, una colección social subterránea. 

¿Por qué no hablar de Twitter? o ¿por qué no escribir sobre Twitter?. Si te interesa mucho algo, lo comentas como una pulsión que no quieres evitar. Escribir por ejemplo sobre nicks.
Uno escoge su nick. Te llamarás alcachofa asesina, quimicefa, mekanoide, reinadecapitada. El nick como señal de identidad. De pronto dejas de identificarte con un nick sin dramatismo, ruleando,  porque el nick es algo más que una designación elegida. En esa realidad que forma parte de tu realidad y de la de otros, el nick te conforma, te da una imagen nombrada. En algún momento provoca el cambio.  Si te cambias totalmente el nick en Twitter, corres el riesgo de alejar a los followers.  Avisas lo que sucederá ¿o no?. Sí, una primera vez, no una segunda vez. El nick no debería confundir a quienes siguen tu twitter, y como muchos siguen leyendo el timeline sin ser follower, stalkeando, simplemente te pierden de vista. 

Perderse en la multitud de nicks. A mí lo que me llamaba la atención es que los que se suponia eran followers, creyeran que los había bloqueado (no he bloqueado a nadie, nunca) o creían que me había ido de Twitter. ¿La multitud de nicks te aplasta?. ¿Por eso debes creer que pierdes tu tiempo escribiendo en Twitter?. El mundo no gira en torno a mí,  no soy una star.  Si lo ves desde otra perspectiva: es interesante darse cuenta en qué territorio estás caminando. Twitter como lugares de exploración, ejercicio, compañía, descubrimientos, no se anula porque el nick que uses pase desapercibido. Además, no es cierto que desaparezcas, porque el nick hacia los otros, expresa una señal que no es nada sin los tuits. Los tuits quedan y los lectores llegan, otros lectores. Recíprocamente, lees, observas, faveas, retuiteas, estás. El nick permanece o pasa.

6.05.2013

¿Hoy sintió euforia?

Alguien gritaba gol al costado. Casa de chinos ruidosos, y en la calle corrían los chiquitos de un colegio privado, transpirando como si estuvieran en maratón. Yo me sentía elástica emocionalmente, como un chicle super, contando detalles en la mente, espaciando ideas, rotulando cartelitos de colores para niños. Estaba contenta como uno de esos muñecos que un ventrilocuo hace parlotear con entusiasmo.  Mi celu enviaba señales fosforecentes, la televisión mostraba chicas felices que usaban perfumes franceses, frases como I love you pasaban en globos aerostáticos. Me detuve y me cambié de brassiere, me lavé la cara, me jaboné las manos y salí de casa. De alguna manera había que acabar con todo eso, aunque no fuera suficiente.

La mente es como un cohete espacial en noches paradójicas


6.04.2013

La playa y su influencia

La playa trae la imagen del océano, de los barcos, los surfistas, las lanchas, los nadadores. Cuando vives cerca de una playa, no importa si no la abordas frecuentemente porque la playa ha tomado posesión de ti y no es un demonio, si no una idea, una sensación, como un pack de pisco sours que te marean suavemente. En otros momentos la playa es un remolino, un stand gigante con bebidas refrescantes, donde te detienes y eres absorbido. Paf, sales o eres arrojado, aunque la playa sigue allí, contigo.

Todas las playas son una gran playa en la memoria. Son como el lugar donde se descansa y hay canciones, sol leve, arena que no se pega al cuerpo, conchitas de mar, corales, mensajes en botellas invisibles, sexo en rocas de cristal. ¿Cómo?, ¿qué dices?, ¿rocas de cristal?. Sí, la playa es el lugar imposible porque es ideal, la playa y su influencia cinematográfica, sus objetos inauditos, sus sombrillas de colores, sus caricaturas de veraneantes en cercos privados, sus niños felices, sus putos discretos, su mercadotecnia pasajera, sus enamorados locos. La playa es también ese crepitar de leña, un grupo de amigos que después se olvidan entre sí y gritos. La playa suele gritar aún cuando está silenciosa. 

Quisieras ser una playa cuando sueñas.  Al despertar, el ritmo de la ciudad te llama.  La playa se difumina un poco, nunca totalmente. Esa es su influencia.