2.21.2012

La obsesión fílmica

Toda obsesión, manía, impostación tiene su gran dosis de ridiculez. Somos más o menos ridículos según nos dejemos llevar por lo que nos ha configurado. Por ejemplo, afirmar: de pronto descubres algo que viste en una película. ¿Qué demonios es eso?, unos despreciarán esa manera de ubicarse en el mundo, arrastrando ficciones, armatostes estéticos, tics, ¡diálogos!.

Gilles Deleuze en sus textos sobre la imagen y la cinemática nos habla de lo que llama agenciamientos. En estos tiempos de obsesiones colectivas e individuales, el cine es un fuerte referente. La televisión con sus series actuales, dinámicas que nos marcan y en las que descartamos a unos personajes y nos quedamos con otros. Ustedes ¿saben qué personajes han traído a sus cuerpos?. Como le decía a @quimicefa*, el personaje que traje a mi cuerpo, es una Annie Hall retorcida. Tal vez más ridícula, un arlequín contemporáneo, ja.

* A su vez @quimicefa contaba que él se siente Harry, otro paradigmático personaje de Woody Allen.

2.16.2012

Ustedes, yo y las super-erratas

En la vida el lujo es muy bienvenido a menos que seas un monje zen o un fanático de la austeridad.  Por ejemplo, trabajar en un sitio lleno de cristalería veneciana y ecos renacentistas puede ser una bella experiencia hasta que descubres lo que en alguna película miraste. En medio del lujo, está el fango. Y de pronto es visible como la mano que escribe en este teclado. No es una cuestión moralista que te torture y te aparte de ese lugar donde te ganas un dinero ordenando mesas y vajillas. El error está en otra parte y te das cuenta dónde. 

Lleva un poco de tiempo, darse cuenta de algunos errores. Escribiendo, la errata se descubre pronto. Como por ejemplo, lo que me sucedió escribiendo el post-anterior, antes de ir a ese lugar donde las horas corren y pesan como si estuvieras en gimnasio feo. Joder un post con dos palabras que se quedaron allí mientras estabas en otro sitio, lejos de tu hábitat. Los errores se mezclan. Se convierten en algo pútrido. Y es momento de elegir.

2.15.2012

Drive: corriendo en tu Chevy Malibú




De Nicolas Winding Refn, el director de Drive, he sabido al indagar por  el gran proceso que produjo a este bólido noir. Un director danés nacido en el arribo psicodélico de los 70. Un europeo en busca de la idea de la soledad y la violencia fusionadas más allá de los tópicos del gran cine de acción. Con Drive, repasas la sensación del cine de ensayo con una tónica diferente. Estamos en otro tiempo, heredero sí de algunos innegables tips fílmicos, como los del cine negro, y renovador con el uso de la elipsis, que alienta al espectador a imaginar. 

Hay personajes como Drive, el solitario que no responden a la espectativa del popular vengador, uno de esos clásicos tarantinescos, divertidos con visos de hiperactividad. Tampoco son como Harry El sucio, dejando frases de antología a dónde van. No, Drive es un solitario a fondo, un outsider que no te cuenta su origen ni  anécdotas de vida. Te topas con un personaje que se desplaza a toda velocidad en medio del peligro. Discreto como un leopardo en una selva, Drive se relaciona con otros seres humanos sin gran entusiasmo. Hasta que llega el enamoramiento. Y en este punto, la película sale de la densidad a un rail de violencia entre clarososcuros intensos y rayes emocionales.
El conjunto de protagonistas cohesiona la historia. Matones, soñadores acorralados y una joven madre que sintoniza con Drive en timidez y concentración. La película se llama como el libro en que está basada, escrito por el estadounidense James Sallis  y se desarrolla sin prisa aunque paradójicamente la marquen escapes rápidos que retomarás en dvd' para ver los detalles, esas luminosidades que le dan solidez a una película. 
El tema del amor se eleva en Drive como  esos romances contados con los dedos de la mano en el cine. Capablanca, Ascensor en el cadalso,  son dos ejemplos de aquel cine que descubres en un cine club y guardas en la memoria hasta que llega una película que te mueve las aristas  fílmicas con sus encuadres emocionales y ese color que a veces te parece el color exacto del extrañamiento.  Así debe ser el cromatismo de las sensaciones que una vida nómada te arroja con su mortalidad. Drive y el color. Drive y su presentación temeraria a dónde vaya.  
Si me preguntan por la belleza del soundtrack, les digo que lo mejor cae sin palabras, como en aquel beso largo en el ascensor. Una caída sónica hermosa.
Ustedes y yo tendríamos largas conversaciones sobre cada personaje de Drive. La esperanzas de los marginales, la amistad de un niño y un hombre, el romance sin señales espectaculares y su contraparte, la crueldad que asoma velozmente. En cuestión de segundos, Brook asesina a un matón. Todo su rencor en una muerte y en otra ejecución, es distinto. Te lanza una motivación brutal con la imagen de su gesto resignado. Matar en Drive no es matonería a secas. Es odio, avaricia, la única salida, la huida, el fin.

2.01.2012

La orina como fetiche

Sexual impulso. Bataille al rojo vivo con masturbación, cópulas y orina.
La orina tibia.
La orina amarilla como la bilis, cayendo sin amargura. Liberación.

A veces orinar, es un orgasmo.



Gracias por el link @coruka

No me den canciones que matan

Un personaje de Almódovar  diría eso.

Las canciones también pueden ser ese click que te lanza al más allá, una zona de vago brillo, como en los circos cuando veías a un payaso patético. Oh demonios, las canciones son trastornos entrando al cuerpo como una menstruación que llega antes.
No saber qué es lo preferible cuando eso sucede: si arrojarte a la calle para ´perderte en la ciudad o mirar fotos de usinas hipermodernas, ingeniería hidraúlica, estrellato del espacio.

Vivir.
El rail de las canciones no se acaba.