1.08.2013

Agua e histeria

Sería capaz de beberme litros de agua helada esta noche como Bugs Bunny en un episodio de fábula. El cansancio del cuerpo  se siente después de horas y horas de transcripciones y correcciones. Un trabajo que debo entregar y que me pagaron cuando estuve con muletas y el swing de los días pasaba como un playlist de Metallica y Deftones.  Otro de esos toques en donde te ves como un personaje diluído en otros, con crema de leche en la refri, galletas, verduras, gelatina, a veces el gusto del sushi en delivery. Un gusto que el pago adelantado me dio. El vago olor del pescado adornado con líneas blancas, en una textura suave que asociabas a unas manos japonesas, a una cocina zen, y de pronto la carcajada porque no era japonés el cocinero, si no uno de esos egresados de institutos de gastronomía, con diploma enmarcado de un plateado  discreto en la entrada de su hall. Detalles por el estilo, que producen cierto vértigo. Muy fugaz. Al fin, esta naturalidad de comerte algo que hace tiempo dejó de ser exótico, aparece y encaja en la acción de recibir el sushi en una caja bonita, como si nada.

La histeria viene en dosis mayores vía twitter,  y a veces rebasa el timeline. Como en los cumpleaños de Bowie y Elvis Presley, en el escándalo de los argentinos, en la ola de la politik fulminante y en los gifs lentos de Tech Noir.

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