1.13.2013

Marianne Faithfull en el desierto

Hay noches que se parecen a las canciones de Marianne Faithbull.  Y hay cowboys agazapados en tu mente. Los dejas tomar posesión  de ti. Nada que ver con Satán ni los desórdenes anímicos. Tampoco es que seas un ejemplo de naturalidad, mientras tu alacena parece un desierto, una imagen de packs desaparecidos. Ah, el sexo de las moscas, el té verde, siempre Tumblr, Twitter, la ciudad. ¿Ustedes están muy enamorados?. 

El apego es un monstruo.

 En las noches Marianne Faithfull, te ves como un freelancer que hace música en el teclado de su laptop, con mails de amor. Un flash ilusionista, claro, que MF expulsa cuando te ofrece una canción lo suficientemente dulce para repetirla más de una vez; y los cowboys pasan por este desierto pequeño y todos, todos tienen la cara de Clint Eatswood,  comen asados y se ven tan hermosos con sus cicatrices, sus pistolas aceitadas, sin ápice de maldad. Aunque luego se conviertan en esos sangrientos personajes que se matan entre sí,  a veces por el honor, algo tan indefinible en un mundo ultramoderno,  como un poema que nadie entiende. As tear go by.

Cántame, Marianne, alguna historia de asesinos melancólicos. Una de cowboys de la memoria, de un erial a todo color como en una de esas viejas películas del far west y el resto, es decir todo lo demás.

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