1.06.2012

¿Espejismos?

Los primeros días del año nuevo suelen ser como pedazos de collages luminosos. O tienes que ser un desencantado extremo para no dejarte rozar por la alegría de la gente, no por los carteles y el consumismo que ves por todas partes, ni por la publicidad apabullante. Nada de eso te arranca de eso que le llamarían esperanza.

Baruch Spinoza, el filósofo aparece como un referente que encaja en el centro de la algarabía con su sabiduría, mezclado con  baterías profundas y cosas tan frescas como la sonrisa de los niños. 
Si el verano ha llegado, el nuevo año se contagia de esas cosas deseadas que piensas: algo como un encuentro liberado de rastros. Esa es la levedad anhelada, te dices. Lees los periódicos y el contraste te golpea a menos que no te importe nada, o aparentemente nada. La subrepticia angustia. Los filtros de todo aquello que no se quiere recordar.  

Recordar a veces es un ejercicio vano, hasta que se convierte en una especie de cajón de filminas que miras sin alterarte si se trata de tu vida o ¿cómo categorizar la propia vida?. Lo público es un panel de atrocidades, eventos comunes, schoks mundiales. La memoria opera como un salvaguarda. ¿Cómo olvidar lo que los historiadores escriben con diferentes versiones?. ¿Cuál es tu versión?.

El nuevo año trae recuerdos personales y a veces, alguna inédita sensación. Ese es el pico, como una canción que se estrena, o como un soundtrack que has compuesto con tu propia música. El comienzo del soundtrack.
No es precisamente idílico. El año nuevo llega y trae consigo a la historia como si se moviera más.

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