3.14.2012

Irene [o el romanticismo]

¿Ustedes creen que una musa debe ser ideal?. Hipotéticamente la musa es ideal.  El hombre ama a una mujer y la ve maravillosamente imperfecta. Sus pequitas, su nariz, los tiernos cachetes, el glorioso coño, un tic sexy.

La musa no es necesariamente una émula de Monica Belluci. Puede ser Irene, en Drive. Ah sí, vean Drive, la película. Allí está Irene, algo tímida, rubia, madre, con una sonrisa preciosa. Asustadiza y la única que le pega en la cara al protagonista. el desencadenante de las acciones del conductor del Chevy Malibú, su protector.

Irene debia ser como fue, la inocente. Una mujer con un hijo y un marido en la cárcel que de pronto sale y detiene su enamoramiento por otro hombre, o intenta contenerlo mientras desconoce en qué problemas está involucrado su esposo. Irene, lo mejor que le pasó en la vida al enigmático conductor. Irene, sin plan para conquistar a su vecino. Al natural. Simplemente.

Imagínense entrando en medio de una secuela, a Megan Fox, cuyo propósito es seducir a todo hombre que le interese. El sueño de todos los hombres, o de digamos, el 99%. Cárnicamente.

Irene no resistiría la comparación. Únicamente, si el conductor estuviera en esa segunda parte, sí resistiría. Porque ella es su musa y por nada ni nadie del mundo la va a poner en segundo plano.  El amor se insufla de extrremo romanticismo en su apogeo. Irene y el conductor lo demostrarían.

¿O ustedes creen que alucino?. El amor también es alucinación, ¿eh?.


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