11.05.2012

Aquí usted puede escuchar lo que dice la extranjera

Se estira como una contorsionista y dice: Soy la muchacha germinal sin casa.

Una mujer muy vieja la mira y replica: no tiene casa el que no la busca.

La muchacha espanta los mosquitos que vienen de una enredadera de flores y piensa: a veces creo que en este parque a los desgraciados les gusta mi sangre. Se pone la casaca aunque el calor derrite las frunas que tiene en la mano. Ni que estuviéramos en el desierto de Sahara, murmura. 
- Estoy monologando. Soy actriz. Le habla a la mujer que arruga graciosamente la cara.

- Ah, yo era la más linda de las actrices de la escuela de Teatro, esa que está en una casona que parece de chocolate.

- Le creo, la miro fijamente y veo sus facciones de una diva del ayer. Mire, usted me comenta en qué parte me falta naturalidad, sin tratarme mal, claro, y yo la invito a comer  la mejor empanada de la ciudad.

- ¡Hecho!. Lo que no tomas en cuenta, muchacha germinal, es que hay una pila de policías por todas partes, que me ponen nerviosa, aunque si uno me dice que no fume o se atreve a decirme que el cigarrillo intoxica a los pájaros, le mando un puñete.

-  A estas horas Pedro, el que hace las empanadas me dejará ensayar allí. Vamos. ¿Cómo se llama, eh?

- Me  llamo Silvia Pinal Garbo.

- Oh. (De todos modos le doy la empanada y luego le digo adiós o no sé, no sé, demonios) pensó la chica.

- Déjame contarte cuando actué en Viridiana. Yo era muy joven y me parecía a la Virgen María, o eso es lo que me decía el pícaro Buñuel.  Oye, germinal,  ¿ me escuchas?.

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