11.02.2012

Mórbido es Deep el pirata

Si Anthony Bourdain atraviesa con una vincha en su cabeza, la selva panameña, sudoroso y cansado, no importa. No interesa que no se vea guapísimo ni que se le note el paso del tiempo. Importa su performance, su voz, su sonrisa, lo que dice. Sobretodo eso. Mencionar que no es relevante que envejezca puede ser motivo de melancolía. Un momento. Sólo unos minutos; las estrellas de la televisión también se arrugan, pierden la esbeltez, se alejan más y más del ideal de la belleza que todos admiran con mayor o menor intensidad.

Nuestras percepciones pueden ser abismalmente diferentes. Intenté ver a Johnny Deep en aquella película de piratas y no fui capaz de continuar las secuencias. No soporté el embate de esa muecas que hace ni a esos ojos maquillados supuestamente para que se le vea una mirada profunda de pirata. 
Se encuentra a la morbidez en un pack de revistas con la cara de Sasha Grey en un bus interprovincial con hombres que hablan entre sí de la cumbia sobre la rubia del culo pintado con el trece que logró ser congresista y que ahora lagrimea un rato ante miles de televidentes contando su drama. Debate, carcajadas y polvo. Las casacas rasguñadas, la uñas de las manos crecidas, un poco limpias, un poco sucias. Y allí en medio de los olores y la rubia flotando en una especie de holograma fake, el dulce rostro de Grey. Mórbido.
O Johnny Deep perdiéndose en una película sobre rescates, barcos que se hunden, tormentas y tics nerviosos. Adiós Johhny. De pronto estarás en un poster sucio que el viento arrastra mientras conversan sobre los vestidos de la primera Dama, y en noviembre llega la resolana, con fotos de Sandy y gente caminando en Wall Street.

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