11.04.2012

¿Por qué asumir que la ciudad es tu madre?

Hoy faveé con alegría este tweet:  Adoro esta ciudad y muchas otras, pero ésta más
Lo más frecuente es leer descontento, furia y  compactas señales de odio hacia las ciudades de los que escriben en twitter, en blogs y en revistas electrónicas. En las revistas impresas no se nota, porque allí la invitación al turismo destaca como un imperativo. Trasfondo de marketing, publicidad, pago de agencias aéreas, las odas a los viajes, el optimismo, la búsqueda de la felicidad. Saliéndose de los marcos del pink panorámico, aparece la ansiedad del que está cansado de su ciudad y presiente que habitarla por más tiempo, le dañará aún más (¿fatalismo?). ¿La posibilidad del desgarro?. Una manera de morir, también una forma de desconocimiento de la ciudad, una extrañeza de sus lugares bellos que si no totalizan su karma, lo constituyen, lo movilizan, lo transforman. Cada ciudad tiene sus vías de escape, sus zonas que trastornan el imaginario violento, ese túnel que parece no terminar cuando crece la basura socializada. Si me refiero a Lima, no diré que su innegable modernidad la convierte en una ciudad querible para todos los que viven en ella. Sentirla como madre es una experiencia de vástago que no tiene padres. La ciudad es la única alternativa, la ciudad sonora en cada calle, café, supermarket, frontera. En lo reconocible de sus playas, en su belleza desolada que llega con la niebla, figurante indispensable de Lima profundamente húmeda y viral. Reconocer a la ciudad en sus trastornos cotidianos, el caos que la configura y del cual pugna por salir a través de sus habitantes, cada vez aparentemente menos polarizados. Porque los salarios fluctúan entre los 8,000 soles y los 700 soles. Vivir pagando alquileres,  desvivirse por pagar hipotecas o sobrevivir. En medio los sueños de confort, ascenso social, toda una vida signada por las normas y la economía. 
La ciudad se erige como el hogar neurotizado o como una madre. Mi relación con Lima, es de hija.  Lima me crió, me reveló las caras de la brutalidad y el desamor. Lima me educa con interrogantes, su pedagogía ha sido el recorrido por sus barrios, sus diferentes miradas que en algún momento se parecen mucho, en un proceso de simbiosis. Lima es una máquina de guerra cuando su focus de ciudad rutinaria cambia y el aparato policíaco aparece como esa presunta posibilidad de defensa mientras sus habitantes oscilan entre el desconcierto y las ganas de cambiar a la ciudad, de darle otra legitimidad.

El corazón del país es esta ciudad que se reiventa torpemente; sus habitantes son quienes la interpelan en esos caminos, como en un naciente rap, donde no hay espacio para sus detractores. La ciudad, la madre es la que no se ve de golpe, todas sus caras son su cara, todos los terrores y sueños de sus habitantes son su entidad. La ciudad madre emerge del más acá.

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