4.06.2012

Post verano feriado

La ciudad a contracorriente se parece a una canción de los Rolling Stones, con patines, skates y helados en  abril. Los restos del verano brillan y los gritos de los niños al aire libre son una escenografía ideal para caminar entre carritos de raspadillas y refrescos. Con sandalias, a lo salvaje, cruzando los parques, todos los que no han viajado en el fin de semana. Los feriados y las películas de un Cristo sufriente, los paseos en lanchas en Punta Hermosa, todas las playas, todas las sombrillas de colores, los surfers, los piropeadores, pesadísimos en las esquinas, en los portales, en los cines. Los feriados, le caen formidables a los niños. La ciudad por unos días, un hogar que  se reúne con estrépito. Los feriados siempre son el pretexto para  escapar y quiénes gozan son los niños. Pelotas volando entrecalles con redes dividiendo las pistas y chicha heladita para los campeones. Romances post-verano, cine al anochecer. Kisses.

En los hospitales y  en las cárceles, el feriado es un otro día con visitas, pase especial para llegar a la habitación de tu madre, de tu padre, de tu hermano. Un televisor en el pasillo, categorización de la salud, escenario distinto según a donde vayas.  El silencio en los hospitales se parece a los feriados de los desesperados. Sin Mickey Jagger en una rockola eléctrica. Un instrumental de Iron Maiden, sí, tocando las puertas cerradas. Opacas lucecitas de neón. Policías de guardia en las puertas de los Ministerios. Boquilla del tiempo en los días feriados, con su olor a fritanga, choclos al paso, sudor y esas ganas de darle todo al cuerpo, lo que necesita para resonar como Satisfaction, cerca o lejos de las boutiques, los supermarkets, los emporios, los megacentros, los parques de diversiones, las máquinas  de sueños que cada uno  maneja a su modo. Los días feriados se parecen a los aeropuertos sin salida de aviones, sin compra de boletos, como desnudos de campo que cada uno cubre con su historia personal.

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