4.15.2012

¿Quién eres, mentor?

Después de los dinosaurios y la época de las cuevas, los primeros mentores fueron los que la realeza destinó para los que creían eran los sucesores de Dios en la Tierra. De la mitología griega a la realidad terrestre, el mentor era el maestro que se dedicaba íntegramente a un discípulo. En la pre-América, el amauta era el maestro, el sabio, también designado para enseñar a los hijos de los nobles.  La dictadura de los linajes.

El mentor se concentraba en el refinamiento de un alumno. Para ser mentor, debía ser reconocido como una personalidad sobre la que no pesara ningún estigma. Ustedes imagínense el sentido de esta exigencia, sus rigores y la actitud del mentor. Si vieron El último emperador, película de Bernardo Bertolucci, recordarán al mentor inglés que enseñó al pequeño amo a develar el mundo más allá de los contornos de su palacio.

La idea del mentor en la América de los cowboys no prosperó como en Europa o en los lugares donde existió la monarquía. Martin Scorsese en su película sobre las pandillas de los primeros estadounidenses, mostró aquellas luchas a muerte por sus territorios y privilegios en medio de leyes rotas, azuzando el crimen. La poesía de Walt Whitman aún no era la sónica de los vitalistas.

¿Hoy es posible hablar de la existencia de mentores?. Académicamente, los encontramos. Son unos profesionales en sus campos. ¿Quién es tu mentor? le preguntas, por ejemplo a tu amigo que prepara su tesis sobre los colonos y la vida sexual de los indígenas. No tengo, contesta. Y te cuenta que lo que tiene, son fuentes, puentes humanos que le ayudan a perfilar lo que indaga. O sí, tiene un mentor que es un prestigioso antropólogo. Ah, orgullo. El prestigio hasta cierto punto, un cartel público, una tarjeta de platino, un referente. Te lo ganaste, apreciado mentor. (¿Te lo ganaste?).

Hace unos días vi una entrevista del periodista Beto Ortiz a  Elena Tasso, madre de Ollanta Humala, Presidente de Perú en la que el entrevistador preguntó ¿Diría que la educación que ustedes le dieron a sus hijos fue helénica? Ella replicó: ¿Helénica?. Sí, fue helénica.

 -Padre y madre fueron los mentores-

Una conclusión aparaentemente obvia es que esta educación de los Humala Tasso, marcó el camino del éxito para ser quienes son hoy. Todos, destacados y entregados a sus ideales.  Lo reduccionista les una vía fácil, que confugura todo en un perfecto puzzle. Las contradicciones no desaparecen ni con  la disciplina más férrea, porque somos humanos.  Después, en otra entrevista, el padre, Isaac Humala dijo que el nacionalismo era la médula de las enseñanzas a su hijos. No fue una educación librepensadora. Si le das ideología a una educación, le das un dogma. Tu mentor es un kantiano, digamos, en un caso o en otro, tu mentora es religiosa y el centro de sus enseñanzas tiene a un Dios como preceptor. El mentor de tu mentora es Dios. Y no todo es rígido, porque tu mentora no rechaza el diálogo con los agnósticos, los ateos, los nihilistas, etc. Aunque, no le atrae en lo mínimo la posibilidad de ver a su discípulo, acercándose a los descreídos. O en otra experiencia, me imagino que el verdadero fracaso que el mentor  asumiría, se volcaría en ver a su discípulo convertido en un estilizado o vulgar defensor del conservadurismo más penoso . El que sobretodo prohibe. El que sobretodo juzga.

¿Qué significaron todos esas jornadas pedagógicas, esas conversaciones más allá de los tópicos, las alegrías, las desazones, las preguntas, las confrotaciones con textos, cine y  la vida misma?. Todo humo.

Originalmente el mentor era un consejero, un guía. Si contabas con un mentor, podías plantear preguntas urgentes, consultar acerca de los misterios que te rondaban en los sueños y la vida cotidiana.  Hoy, ¿quién seria tu mentor?. En tiempos, en los que las tecnologías se acrecientan, los libros rebasan los ámbitos de las bibliotecas y se abren libremente en internet,  donde la profusa información llega en links y la posibilidad de escribir, crear, diseñar, difundir se expande, ¿acaso no reconocemos al mentor allí donde nos nutre con su posición en el mundo, su mirada, su actitud, sus elecciones. El mentor no nos es atribuído. Escogemos, nos despedimos de uno, elegimos a otro o permanecemos con aquel que nos resulta estimulante.. El mentor puede ser un pensador, un novelista, un profesor, un científico. No esperaremos que sea un superhéroe de la ética. Si todo lo que nos rodea es parte del eterno aprendizaje, contar con un mentor es ser afortunado. Nada mejor que lo más transparente: el ejemplo en la acción. Sea lo que fuere, el mentor no es un canalla. No se trata del sumun de virtudes en su elevada expresión. Como un San Agustín contemporáneo. Ah, piensen en los jesuístas, tan eruditos. (Proyectar la teología como una ciencia ficción con dirección teísta). Ok, es una pequeña disgresión.

Las rutas son más duras sin un mentor, te lo aseguro. El mentor deviene en todos los libros que te interesaron profundamente. Ese mentor no dialoga contigo, solamente te plantea inquietudes, te aparta o te acerca a lo que desde niño te importaba mucho y no identificabas. El mentor, la fusión de todo lo que te ha educado y tú mismo. ¿A quién pedirle un consejo? Los amigos suelen estar más perdidos que tú. La sabiduría no viene en vasitos descartables y renovables.
Si hoy no te encuentras con nadie que hable de agendas utópicas, no te descorazones. Putear al aire. Los mentores no han muerto. Somos nosotros.


2 comments:

Konrad said...

rain:

buen ensayo!

siempre he pensado que el mejor mentor que existe es uno mismo. sólo hay que escuchar entre líneas lo que en secreto decimos.

saludazos.

hegemonic said...

Hola. Después de una fase en la que tienes un mentor, digamos que uno o una, te abres camino. Que no sea como una gran explosíon de castillos artificiales :)